Por Teófilo Quico Tabar
Monseñor Antonio Camilo, de Salcedo, nuestro pueblo, es una persona querida y admirado por muchos. Hijo de Don Toño Camilo y Doña Cachita González. Su tía Clara González casó con uno de los Tabar. Siendo yo jovencito, recuerdo cuando llegó a Salcedo, la infausta noticia de que Antonio Camilo, seminarista o ya ordenado sacerdote, había sido hecho preso en Argentina, producto de esas intransigencias que desde las alturas del poder se ejercen en ocasiones.
Monseñor Camilo, ha sido y es un hombre de paz, de bien y con credibilidad. Y dice las cosas como las entiende o como cree que la gente puede comprender. El día de las Mercedes, desde el Santo Cerro, habló de mal aliento, pero no del que se produce por descomposición de comida, bebida o falta de higiene bucal, si no, del tufo social producto de la corrupción.
Luego exhortó a que, como fórmula de demostrar arrepentimiento, los que han adquirido riquezas por vía de los malos hábitos, devuelvan los bienes adquiridos.
Tratando de provocar que la sociedad reaccione ante tantas desigualdades, injusticias, actos reñidos con las buenas costumbres y corrupción descontrolada; y supongo, que en su deseo de que se produzca una especie de arrepentimiento y perdón colectivo ante dichos actos, fue tan magnánimo, que pidió como sacrificio, la devolución de bienes.
Probablemente Monseñor Camilo, tenía en mente a San Lucas, quien narra que cuando Jesús, visito a Jericó, había un funcionario público rico llamado Zaqueo, que trataba de verlo, pero no podía a causa de la gente. Entonces se subió en un árbol, y cuando Jesús pasó por allí, alzó la vista y le dijo, baja porque me quedaré en tu casa.
Pero la gente comenzó a murmurar porque Jesús, se quedaba en casa de un pecador. Al que probablemente le sentían el mal aliento. Pero Zaqueo, le dijo: Señor, le daré la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo. Entonces Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también este hombre es hijo de Abraham, pues el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”.
Pero lamentablemente no estamos en Jericó, ni aparecen muchos Zaqueo. Esa petición sana, bienintencionada, indulgente y profundamente cristiana de Mons. Camilo, hoy se convierte una utopía y una ilusión.
El que ha obtenido dinero de manera fácil y sin grandes sacrificios, hará todos los esfuerzos para demostrar, por todos les medios y mecanismos existentes, especialmente en sociedades con instituciones débiles, para impedir ser sometido por actos reñidos con las buenas normas, o para lograr la libertad en un tiempo prudente. Mucho más si la justicia padece, además de ceguera, de cojera.
Pero el tufo podría continuar invadiendo tanto a la sociedad, que pronto no sabremos quién lo produce. Por eso, ante las debilidades legales, la indulgencia que sugiere Mons. Camilo, debería ser estudiada a profundidad. Y que, aunque no devuelvan todo, la mitad o el cuádruplo, por lo menos una parte.
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